
No creo que exista un gran objetivo en la vida, o por lo menos no creo que sea uno único. Las circunstancias de la vida van cambiando, de la misma forma que nosotros también cambiamos según vamos haciendo años.
Cada etapa de nuestra vida tiene unos objetivos
En mi caso, los objetivos de mi vida han ido cambiando, tal y como os decía, a medida que pasaban los años, o al menos esa es la variable que creo que ha ido marcando de una forma más visible la orientación de mis objetivos.
En mi niñez en realidad no creo que tuviera un objetivo muy definido, o por lo menos no lo recuerdo. Supongo que en esta etapa de nuestra vida estamos conociendo cosas y nuestro único afán en jugar, el juego podría decirse que es nuestro objetivo.
En la adolescencia, cambia el objetivo, para muchos es la búsqueda de un pareja, en mi caso y dado mi carácter tímido fue el Baloncesto, y es que ese juego me absorbía me encantaba. En aquel tiempo pensaba que no podría vivir sin jugar al baloncesto. Y sin embargo, un día lo deje y lo cierto es que aunque siento nostalgia, tampoco lo necesito.
En la universidad, está claro que mi objetivo fue terminar la carrera, alcanzar mi titulación. Objetivo que alcance y gracias al cual entre en el mundo laboral.
En mi entrada en el mundo adulto, la familia y sobretodo mis hijos, cuidarlos y protegerlos fue mi objetivo a toda costa.
En este punto de la vida, ocurre que se establecen objetivos que se mantienen de por vida, y comienzan a adicionarse otros. Por esa razón, el mundo adulto es tan complicado, los objetivos de unas áreas de nuestras vidas compiten con los objetivos de otras áreas. Y es aquí cuando entran en juego los equilibrios con los que debemos de trabajar para evitar que nuestra vida se derrumbe.
Y la vida continua…
